Para la gente que tenemos una edad considerable (o no, depende de cómo se mire), el paso de las navidades nos trae un sinfín de recuerdos y, a consecuencia de ello, diversas comparaciones respecto a los cambios en nuestra sociedad. Todos alguna vez fuimos niños y niñas, y uno de estos cambios es sin duda la evolución que han tenido los juguetes y la forma de divertirse que tienen los más pequeños. Uno de los pensamientos que me asaltan a bote pronto, es que antes no necesitábamos mucha parafernalia para pasarlo bien, y primaban más la imaginación, la inventiva y la socialización con nuestros hermanos y amigos.
Y es que ahora te puedes ver a dos niños sentados en un sofá sin dirigirse la palabra, y todo porque se hallan inmersos en sus juegos de móvil. Los gadgets electrónicos han desplazado últimamente a los juguetes y juegos antiguos, y en vez de estar aprovechando y dando un buen uso a los avances tecnológicos, estamos dando la espalda a valores esenciales en la educación, desde los propios conocimientos culturales, a cosas tan básicas como la amistad, la tolerancia, la empatía o la colaboración en grupo.
Puede que generalizar no sea del todo correcto, pero a día de hoy la electrónica de consumo no ayuda mucho a los más pequeños, que no tienen la oportunidad de aprender cosas como la responsabilidad, la honestidad, la bondad o el perdón. El aislamiento es un hecho factible, y es que resulta paradójico que, viviendo en la sociedad mejor comunicada que ha existido, estemos tan aislados en cuanto a las relaciones con los demás.
Eso por no hablar de los peligros que pueden ocasionar los dispositivos móviles a los niños. Desde trastornos cerebrales, del aprendizaje, alteraciones de sueño, déficit de atención, adicción, conductas agresivas, o la sobrexposición a abusos y factores externos perniciosos para su edad. Otro problema de esta tecnología, es la predisposición a un tiempo de ocio sedentario, y por ende, a una prematura obesidad.
Es por ello que una de las lacras actuales, es la poca dedicación de nuestros infantes por los juegos en movimiento, aquellos en los que se descarga energía y se favorece el desarrollo psicomotor, equilibrio y el ejercicio al aire libre. Desde montar en bicicleta, monopatín, patinetes; a jugar a las canicas, fútbol, baloncesto o a la peonza.
Estos juegos requieren algún instrumento o juguete, pero también hay formas de divertirse aguzando el ingenio, ya sea con un simple escondite (correr y esconderse), o jugar a juegos de coro en los que se pueden entonar canciones, o el consabido piedra, papel y tijeras (donde se pone de manifiesto la intuición). También se pueden utilizar objetos externos, del tipo de construirse una cabaña con maderas encontradas, o utilizar otros para simular situaciones. Un ejemplo de esto sería jugar a magos empleando un simple palo encontrado en el campo, pero que se convertiría en una varita mágica en manos de un niño. En estos juegos la inventiva y la imaginación alcanzan su máximo esplendor, permitiendo a los niños expandir su mente y vivir aventuras increíbles empleando tan solo su creatividad.
Y es que, jugar al aire libre favorece el ingenio y la creatividad de los niños, ya que es el mejor escenario para idear juegos e imaginar situaciones. Las posibilidades para aprender son innumerables en los espacios abiertos, ya que los niños pueden observar, explorar y experimentar de manera autónoma y libre.
Si dejamos jugar a los niños a su aire en lugares exteriores, favoreceremos su aprendizaje y sus capacidades sociales y emocionales, siendo esto de gran utilidad para su formación y su vida adulta. Actualmente, y debido a la masificación de las ciudades, la mayor parte de las actividades que llevan a cabo los más pequeños, tienen lugar en entornos cerrados. Estar viendo la tele, jugar a juegos con la videoconsola, el móvil o la tablet, aparte de estudiar, componen la mayor parte de su tiempo fuera del colegio, lo que impide a los niños tener una vida más activa, que incluiría la de tener un mayor contacto con el exterior y la naturaleza.
Desarrollar actividades y juegos al aire libre no sólo fomenta una aptitud física mayor debido a la práctica de deporte, sino que también trae consigo el progreso de otras habilidades muy útiles para los más pequeños. Por poner un ejemplo, el ejercicio físico permite que los niños obtengan una mayor confianza en sí mismos, ya que perfeccionan sus capacidades y vencen sus miedos.
Aparte, jugar en espacios exteriores ayuda a que nuestros hijos mejoren sus aptitudes y habilidades sociales, pues al tratar con otros niños, terminan irremediablemente aprendiendo a relacionarse, a compartir, a negociar, y en general, a interactuar con la sociedad y los demás. En este aspecto, jugar con otros niños también conlleva el tener que adoptar habilidades de liderazgo y cooperación, como puede ser aprender a dirigir pero también a ceder, siendo esto muy provechoso para su futuro.
Sobre los recuerdos que tengo de jugar al aire libre, y habiendo podido disfrutar de pequeño de una casa de campo en vacaciones y fines de semana, he podido disfrutar de todas estas actividades mencionadas, como escondite, jugar a vivir aventuras, ir en bicicleta, etc. Incluso recuerdo haber empleado unas figuras de plástico de animales para crear poblados en los que se creaban casas delimitando las paredes con lapiceros de colores. Luego, junto a mi hermana, desarrollábamos argumentos y tramas haciendo que los animales hablaran (hablábamos nosotros por boca de ellos). Este juego tan simple era el súmmum de la imaginación y la creatividad, pues ibas creando sobre la marcha una historia en la que empleabas unas figuras de plástico a las que dotabas de vida.
También recuerdo a mis hermanas jugando a la comba, la cinta o el hula hop, los cuales son excelentes para mejorar la coordinación o la retentiva, ya que en el caso de la comba, se combinaban canciones con movimientos casi milimétricos que había que recordar. Y dentro de juegos que se pueden emplear en espacios abiertos, podemos destacar el volar cometas, que tiene su ciencia, o los aviones y barcos de juguete manejados por control remoto.
Otros juegos de esta clase serían la gallinita ciega, el escondite inglés, el corro de la patata, la rayuela, el juego del pañuelo, el juego de las sillas, carreras de sacos o la tira-soga.
En espacios cerrados, también había tiempo para el ocio de calidad con los juegos de mesa. En este clasificación se engloban numerosos juegos de índole muy variada, que tienen como diferencia respecto a los juegos de dispositivos móviles, que necesitan a otra/s persona/s.
Quién no ha jugado a la oca, al parchís, u otro juego cualquiera en el que estuvieran unos dados implicados en aportar el factor suerte. Mis recuerdos en este aspecto me llevan a mencionar el afamado Juegos Geyper, una caja donde venían reunidos una infinidad de juegos de mesa: Las Ratas, El Chino, Damas Triangulares, Piramidal, Escalera o hasta un Bingo, por nombrar algunos, componían esta fabulosa colección que congregaba a toda la familia en unos ratos de ocio y risas.
Y es que el jugar con otras personas, nos enseña a movernos en un mundo colectivo. Entre los juegos sociales hasta podríamos englobar el coleccionismo de cartas o cualquier juego de cartas y naipes, ya que implican la colaboración de otras personas para completar nuestra colección (modo cooperativo) o para echar una partida (modo competitivo): chinchón, cuadrado, mentiroso, burro, escoba o mus, son algunos de los nombres de diferentes juegos de cartas que seguramente más de uno habremos jugado.
El juego de las razas, una colección de cartas sobre diversas etnias del mundo, en el que había que emparejar las cartas.
También hay espacio para la inteligencia en estos juegos de mesa, donde más allá del factor suerte de unos dados, nuestro intelecto entra en acción para garantizarnos la victoria. El ajedrez sería uno de los mayores exponentes, o las damas, backgammon, tres en raya, mahjong, pero también hay otros como el dominó, donde la suerte y nuestro ingenio van de la mano si queremos ganar. Otro juego sería el billar, donde se reúnen muchas aptitudes; considerado en verdad un deporte, necesita de nuestras capacidades de estrategia, planificación, coordinación y concentración.
También existen muchos juegos de mesa comerciales cuya popularidad avala su calidad: Monopoly, Risk, Hundir la flota, Pictionary, Cluedo, Scrabble, Quién es quién, Trivial, Hotel, Simon, Scattergories o Rummikub serían algunos de los principales ejemplos. Mis mejores recuerdos sobre estos juegos comerciales se resumen en Tragabolas, Conecta 4 y Séneca, un juego poco conocido de preguntas y respuestas de cultura general que me encantaba.
Tampoco podemos olvidarnos de los juegos que podemos hacer con lápiz y papel, como el ahorcado, la batalla naval o el tres en raya.
Otra clase de juegos en los que también se fomenta la inteligencia serían los puzzles o rompecabezas, ya fueran del tipo de crear y formar un mosaico colocando correctamente las piezas, a otros como el cubo mágico o Rubik, Las Torres de Hanói o el Pentaminó, que pueden ser puzzles mecánicos o de componer las diferentes partes.
Y para finalizar este pequeño repaso, porque está claro que es un mundo extenso y seguramente me dejaré numerosos juegos en el tintero, me gustaría recordar los juegos de marionetas, que en mi caso las hacía yo mismo con telas y demás artilugios sobrantes; y también las manualidades, que engloban diferentes actividades. Sobre las manualidades, se podría escribir un libro, pues son tantas las posibilidades y usos, que creo que son uno de los mejores divertimentos para los niños, al favorecer su imaginación, creatividad y coordinación motora. Recuerdo en el pasado haber creado con una caja grande de cartón (de la típica de un electrodoméstico como una nevera) una especie de teatro de marionetas.
Sin duda después de haber rememorado todos estos juegos y actividades, puedo decir sin lugar a dudas, que antes el divertimento era más sano y los juguetes en general nos servían para divertirnos junto a la familia y amigos de una forma más comunicativa.